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OLFACCIÓN
Los estímulos olfatorios son captados por los receptores del epitelio olfatorio en el tercio superior de la cavidad nasal (techo) y se transmiten a través de las fibras del nervio olfatorio, que atraviesan la lámina cribosa del hueso etmoides hasta llegar al bulbo olfatorio situado en la cavidad craneal.
Dentro del bulbo olfatorio, los axones del nervio olfatorio hacen sinapsis con células mitrales y en penacho en una estructura llamada glomérulo olfatorio.
Los axones de las neuronas mitrales y en penacho forman el tracto olfatorio, que se divide en estrías olfatorias lateral y medial.
La estría olfatoria lateral culmina en la corteza olfatoria primaria, donde se percibe el sentido del olfato.
La estría olfatoria medial se conecta con el tracto y el bulbo olfatorios contralaterales, y está poco desarrollada, por lo que no participa directamente en la olfacción en los seres humanos.
Además, es crucial destacar que los estímulos olfatorios son los únicos que alcanzan la corteza directamente, sin necesidad de pasar por el tálamo.
Células receptoras: Son neuronas bipolares que detectan diversos tipos de partículas odoríferas y de las cuales surgen las fibras del nervio olfatorio.
Células de soporte: Son células que brindan apoyo a las demás, como las células gliales.
Células basales: Son algunas de las pocas células en el sistema nervioso central con la capacidad de regenerarse de manera continua a lo largo de la vida. Estas células generan nuevas células receptoras.
Células secretoras (glándulas de Bowman): Estas secretan una solución que ayuda a la disolución de las partículas aromáticas para facilitar su difusión sobre las células receptoras.
Dos neurotransmisores, GABA y Dopamina, están asociados con la conducción de estímulos olfatorios. Resulta interesante destacar que en pacientes con Parkinson, la disminución de Dopamina podría ser la explicación de la pérdida del sentido del olfato en estos casos.
La estría olfatoria lateral se dirige hacia la corteza olfatoria primaria en el lóbulo temporal, donde participa en los mecanismos de la percepción del olfato.
La estría olfatoria medial, además de ir al lado opuesto, se conecta con el área olfatoria medial, asociada estrechamente al sistema límbico y, por ende, contribuye a las respuestas emocionales generadas por olores, aunque no directamente relacionadas con el sentido del olfato en sí.
Gracias a sus diversas conexiones, el sistema olfatorio influye en funciones viscerales como la salivación y las náuseas, así como en las respuestas conductuales ante la presencia de olores.
El sistema olfatorio puede ser afectado por diversos factores. Con la edad, disminuye la cantidad de receptores olfatorios, siendo también susceptibles a inflamaciones (resfriados o sinusitis) y traumas, como fracturas en la lámina cribiforme del hueso etmoides. Estos pueden causar reducción (hiposmia) o pérdida bilateral del olfato (anosmia).
Los bulbos y tractos olfatorios pueden ser impactados por inflamaciones de las meninges o tumores en el lóbulo frontal, siendo la pérdida unilateral del olfato una posible primera señal clínica.
En pacientes con enfermedad de Parkinson, la pérdida de dopamina en el bulbo olfatorio provoca disminución en la sensación olfatoria.
Procesos patológicos en la región de la corteza olfatoria primaria pueden desencadenar alucinaciones olfatorias, conocidas como crisis uncinadas. Estas, a menudo desagradables, pueden ser indicativas de una crisis epiléptica o ser consecuencia de la presencia de un tumor en esa región.
VISIÓN
La visión, el sentido más vital del ser humano, nos conecta con nuestro entorno a través de los ojos.
El órgano principal de la visión es el ojo, acompañado de estructuras complementarias como párpados, glándulas lagrimales y músculos extrínsecos.
En detalle, el ojo cuenta con:
Una cubierta protectora: la esclera, que envuelve los cinco sextos posteriores del globo ocular y se extiende hasta la duramadre alrededor del nervio óptico. La sexta parte anterior se encuentra cubierta por la córnea.
Un sistema vascular de nutrición: la coroides, que abastece de nutrientes a la retina y, gracias a sus melanocitos, funciona como una capa absorbente de luz.
Un sistema de refracción: comprendido por la córnea, el cristalino, el humor acuoso y el humor vítreo, esencial para enfocar la imagen en la retina.
La retina: una capa receptora del ojo, conectada con la corteza cerebral conectada por el nervio óptico, donde los bastones y conos actúan como receptores sensoriales.
La retina, un microcosmos complejo, alberga una variedad de células, destacando las fotorreceptoras, exquisitamente sensibles a la luz, fundamentales para la percepción visual. En la retina humana, se encuentran alrededor de 100 millones de bastones y entre seis y siete millones de conos. En la región específica conocida como fóvea, ubicada en la mácula, existe una mayor concentración de conos, adaptándose para brindar una agudeza visual excepcional. En otros sectores de la retina, los bastones lideran en cantidad.
Bastones: Estas neuronas modificadas, dotadas de un proceso fotosensible, albergan el preciado pigmento visual llamado rodopsina. Crucial para la percepción de la luz por parte de los bastones, la rodopsina es una combinación única de un derivado de la vitamina A (retinal). Dada su alta sensibilidad a la luz, los bastones asumen el protagonismo en condiciones de baja luminosidad, como durante la noche.
Conos: Con una estructura afín a los bastones, los conos contienen el pigmento yodopsina, un pigmento visual inestable y delicadamente sensible a la luz, también derivado de la vitamina A. Los conos posibilitan la visión a colores, ya que cada tipo de cono responde a distintas longitudes de onda. Los tres tipos de conos son sensibles a la luz roja, azul y verde, respectivamente. Los conos destacan en condiciones de mayor luminosidad, por lo cual son usados principalmente para la vision diurna.
Células ganglionares: Constituyen aproximadamente un millón de células encargadas de la formación del nervio óptico.
El campo visual (lo que vemos en cada ojo) percibido por cada ojo se lateraliza en la corteza. Es decir, el campo visual derecho se proyecta en la corteza visual primaria izquierda, y el campo visual izquierdo se proyecta en la corteza visual primaria derecha. Aunque cada ojo recibe entrada de ambos campos visuales, la proyección de los campos visuales en cada retina está invertida y revertida. Podemos considerar que cada retina recibe información de un campo visuale lateral (temporal) y uno medial (nasal). Los campos visuales temporales se proyectan en la parte nasal de cada retina, y los campos visuales nasales se proyectan en el lado temporal de cada retina.
Los axones de las células ganglionares de la retina convergen en el disco óptico en el polo posterior del ojo, formando el nervio óptico.
En el punto de salida de los axones de células ganglionares de la retina, el disco óptico carece de elementos receptores, creando así el punto ciego del ojo. El nervio óptico contiene alrededor de un millón de axones y penetra en la cavidad craneal a través del agujero óptico. Este nervio incluirá fibras de la mitad nasal y temporal de la retina.
Los dos nervios ópticos convergen en el quiasma óptico, donde tiene lugar el cruzamiento parcial de fibras. En este punto, las fibras del nervio óptico de la mitad nasal de cada retina se cruzan, mientras que las fibras de las mitades temporales no lo hacen. El quiasma óptico se conecta con el hipotálamo arriba y la hipófisis abajo.
Las fibras cruzadas y directas de ambos nervios ópticos se unen en el tracto óptico en el plano caudal al quiasma óptico.
El tracto óptico llega al núcleo geniculado lateral, una parte del tálamo. Proporcionalmente, una gran parte del núcleo se enfoca en la representación del área central, no tanto en la periferia de la retina. Los axones de las neuronas del núcleo geniculado lateral se proyectan a la corteza visual en el lóbulo occipital a través del tracto geniculocalcarino (radiación óptica).
Las fibras del tracto geniculocalcarinos viajan desde las mitades superiores de ambas retinas alrededor del lóbulo parietal hacia la corteza visual. Las de las mitades inferiores siguen hacia adelante y luego giran en el lóbulo temporal (formando al Asa de Meyer) para llegar a la corteza visual primaria (área 17 de Brodmann).
Las fibras de la parte superior de la retina terminan en el giro calcarino superior, las de la retina inferior en el giro calcarino inferior, las que provienen del área macular terminan anterior en la corteza visual.
Las lesiones en el sistema visual pueden tener diversas afectaciones.
Las anomalías en el nervio óptico, como lesiones traumáticas del conducto óptico, pueden causar ceguera unilateral en el lado de la lesión.
Lesiones en el quiasma óptico, como tumores en la hipófisis, afectan las fibras del nervio óptico de las mitades nasales de ambas retinas, conduciendo a la pérdida de la visión en ambos campos temporales (hemianopsia bitemporal).
Lesiones en los tractos ópticos generan degeneración de las fibras nasales contralaterales y temporales ipsilaterales, provocando pérdida de visión en la mitad contralateral del campo visual (hemianopsia homónima contralateral).
Las lesiones en el tracto geniculocalcarino, si son completas, resultan en hemianopsia homónima contralateral, y si son parciales, provocan cuadrantanopsia (superior si afectan fibras temporales, inferior si incluyen fibras parietales).
La destrucción de la totalidad de la corteza visual en un lado provoca hemianopsia homónima contralateral, mientras que las lesiones en el giro calcarino superior o inferior producen cuadrantanopsia.
Las anomalías vasculares en la corteza occipital generalmente no afectan el área macular debido a sus dos fuentes de riego (arterias cerebrales posterior y media), es decir, provocan hemianopsia homónima contralateral con conservación macular.